Leyendo el artículo de estudio
de la Atalaya que se estudia esta semana en las congregaciones de los testigos
de Jehová (w14 15/12), titulado “¿Entendemos el significado?”, me llamó la
atención algunos puntos que se mencionan allí. Al dar su interpretación de la parábola del
hijo pródigo, la SWT sin sustento bíblico, dice que este personaje “representa a los
que se han apartado de la congregación”, es decir a las personas que han
abandonado o cesado su actividad dentro de la organización de los testigos de Jehová.
Afirma que los que hacen tal
cosa, abandonan a Dios y se establecen en el “mundo de Satanás”, pero que tan
pronto regresen a las actividades propias de la organización, en ese momento volverán a recibir
el favor de Dios.
Ahora considere lo siguiente:
Siendo las enseñanzas de Cristo tan universales y entendiendo que una manera de revelarnos a su Padre es por medio de ellas, preguntamos ¿Estaba realmente Cristo, al
hablar sobre el hijo pródigo, limitando su aplicación a una comunidad tan pequeña como
lo es los testigos de Jehová? ¿Excluyó de esta forma a cualquier persona que
buscara la misericordia de Dios, sin importar que perteneciera a este grupo
religioso? ¿Qué hay de los millones de personas que vivieron antes de que
aparecieran los testigos de Jehová, hace menos de 150 años?
Además, cuando
Cristo pronunció esta parábola, ni siquiera existía la congregación cristiana,
¿Cómo podía referirse a algo que era desconocido para sus oyentes?
No es inusual que la SWT,
aplique de manera arbitraria y conveniente, pasajes de la Biblia. Al hacerlo,
se eleva sobre la figura de Cristo y con presunción, establece términos y
condiciones a las enseñanzas sublimes y llenas de sabiduría de nuestro señor
Jesucristo, a fin de adaptarlas a su propia conveniencia e interés.
Además, dar por entendido que dejar de asociarse con la organización de los testigos, equivale abandonar a Dios, erigiéndose en juez, una función que no le corresponde a ningún
humano, o grupo de personas.
Muchos que han abandonado su asociación con los
testigos, lo han hecho movidos precisamente por su amor a Dios y a los santos
escritos, y han rehusado seguir siendo identificados con una organización que
se asemeja al “hombre del desafuero” que el apóstol Pablo menciona en 2 Tesalonicenses 2:4
“Él
está puesto en oposición y se alza a sí mismo sobre todo aquel a quien se llama
“dios” o [todo] objeto de reverencia, de modo que se sienta en el templo del
Dios, y públicamente ostenta ser un dios.”
Lejos
de estar agotados espiritualmente, muchos ahora fulguran con el verdadero espíritu
de Dios. En vez de sentirse avergonzados, se enorgullecen de ser llamados “cristianos”.
Para muchos de ellos, el camino no ha sido fácil, pero bien ha valido la pena y
estamos seguros de que en el cielo ha habido alegría por haber regresado de ir
en un camino equivocado y encontrar el verdadero camino, Cristo, que nos
conduce a la verdad y la vida. (Luc. 15:7; Juan 14:6)